
En los valles centrales de Oaxaca, en el camino hacia Mitla, se encuentra el poblado de San Mateo Macuilxóchitl, allí los residentes ensalzan sus tradiciones celebrando una vez más el carnaval, pero de una manera única, aquí se celebra con una bebida especial, el Cubash.
Tarde del primero de marzo, miércoles de ceniza, las calles empolvadas del pueblo San Mateo Macuilxóchitl son transitadas por apenas tres personas a las cinco de la tarde. No parece que esté sucediendo un carnaval, no hay bailes, no hay color. La iglesia está cerrada, así como varias casas.
Llamo a mi contacto para saber dónde podría dirigirme, a lo que responde: pregunte a cualquiera por la casa de Pancho Marica, así le dicen, allí debe haber gente.
Diviso a una señora sentada en la banca del edificio municipal, a medida que me acercaba, se expandía su sonrisa.
—Buenas tardes, disculpe la moleste, ¿sabe usted dónde es la casa de Pancho Marica? Pregunté un tanto apenado—
— ¡Ah claro!, por detrás de la iglesia siga derecho, allí verá una lona grande, allí están los del carnaval —
Era para ellos la hora de la comida, solo los hombres estaban sentados en una mesa larga, mientras las mujeres apenas se veían al fondo, algunas cabezas con trenzas, agachadas, que se movían adelante y atrás. Son los miembros de la segunda sección encargada del festín.
Todo sucede acá, la organización del carnaval, se dividen la tarea para preparar lo necesario en un agasajo de tres días, y hoy es el cierre, el evento más importante, hoy bañará las gargantas de todos los asistentes, con su delicada flor, esa espuma flotante de esencia delicada, el tejate, marcando el inicio de la celebración, pero sólo aquí en San Mateo Macuilxóchitl de Artigas Carranza, el téjate se mezcla con un dulce tepache.
A un costado de la propiedad de Pancho, en un cuarto techado y abierto, estaban reunidas unas quince mujeres dispuestas en rueda donde cada una trabajaba en su metate, estos metates hacían un circulo de piedra, que en el vaivén de los movimientos de “la mano de metate”, soltaban al frente las bolas de maíz criollo cosechado en el poblado, combinado con cenizas de mezquite, algarrobo y nopal; cacao, semilla de mamey y flor de cacao. Es una actividad que aprenden por herencia, siendo invitadas desde muy jóvenes a participar en la faena de moler los ingredientes del tejate. Orgullosas, me dicen que debo aprender primero los nombres en lengua, en zapoteco, y luego pensarlo en mi idioma: — al tejate se le llama “Cub” y si es el nuestro, que tiene tepache, es “Cubash” (con el perdón de la transcripción) —
Pero este tepache, no es la clásica bebida elaborada a partir de frutas fermentadas, en este caso la base es pulque, que se dispone en una olla de barro a ras de suelo. Seguidamente, se endulza y se agregan algunas cortezas locales, dejándolo en el calor de brasas por unos pocos días. Es un proceso complejo y bien resguardado, si se quiere conocer hay que presenciarlo.
El ingrediente primordial para este tepache, el pulque, ya no se consigue en esta región, los magueyes pulqueros son escasos, y algunos afirman que ya no se encuentra en los campos de Macuilxóchitl, por eso lo piden de otras regiones como Ocotlán.
Es una fiesta donde la comunidad se une, colaborando de su bolsillo para poder llevarla a cabo, mencionan no recibir apoyo gubernamental, es algo que siguen haciendo por sus ánimos de mantener costumbres, para pintar de carnaval su pueblo, entre hombres que desfilan por sus calles al ritmo de música de banda, vistiendo pantalones de cascabeles, camisas de colores verde, rojo y blanco, y otros, visten máscaras femeninas, usan “respetuosamente” faldas,acota la señora Margarita Martínez Hernández, además de pañuelos coloridos y mantas rojas; bailan y saludan.

Cuenta la señora Margarita, que cuando en el pueblo de San Mateo Macuilxóchitl no había electricidad, se acostumbraba alumbrar el camino improvisando dos tejas contrapuestas, como haciendo un “burrito” donde se ajustaban ocotes, que ya encendidos, iluminaban el paso del carnaval, era un espectáculo muy especial, pero ahora ya con el alumbrado público se dejó atrás esa tarea, aunque sigue siendo bonito, menciona.
Ya todo está listo, las autoridades salen de la primera sección, la música suena, y deben pasar por las otras dos secciones, uniéndose en el camino los disfrazados. Ahora sí, hay algarabía, hay música, hay disfraces, hay luces. Se reúnen todas las mujeres encargadas de mezclar al momento el tejate con el tepache, mezcla extraordinaria para celebrar la vida, se sigue la fiesta, se baila, se come, se es feliz, en honor a una herencia ancestral con influencias y coincidencias católicas. Orgullosos danzan sus jarabes al ritmo de una guitarra, recitan versos de despedida y se brinda con mezcal. Ya hay carnaval.
Frederick Jiménez
Instagram: @aquetesabe
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