Por los pasillos del Mercado de Teotitlán del Valle.

Mesón de Sra. Berta. Elotes, Guías, calabacitas y chepil.
Mesón de Sra. Berta. Elotes, Guías, calabacitas y chepil.

El mapa Mexicano en su forma de embudo, resguarda en sus faldas angostas, tesoros alimenticios que aún se ofrecen sin el vidrio de una nevera anteponiéndose al comprador, sin la maquinaria comercial de una empresa, sin etiquetas; son frutas y vegetales de huertas humildes dispuestas en mesas o tapetes, entregadas con las manos aún llenas de tierra por la recogida matutina, carnes rojas que colgadas hacen cortinas, jugos que son alquimia de expertas en licuadoras y atoles humeantes que colman hambres tempraneras.

En Teotitlán del Valle, pueblo del estado de Oaxaca, México, (Teotitlán viene del Nahuatl: “Lugar de los dioses”), seguramente se dieron banquetes deidades celestiales y los terrenales aprovecharon también. En su mercado municipal se puede apreciar la alternancia de productos dependiendo de la estación, frutos de colores vibrantes, aromas herbales, frescura por doquier, pero lo que complementa y excita la experiencia, para quien sepa apreciar, es que “…el mercado no es solamente un lugar para adquirir bienes, sino, sobre todo, un centro de reunión e intercambio social en el que las relaciones interpersonales son, sin duda, la parte más importante del proceso de relación que en ellos se vive” dice asertiva, en su prólogo al libro Mercados de Oaxaca, la Lic. María Luisa Acevedo Conde.

Llenan los corredores del edificio exterior,  señoras que se saludan con reverencia, con una ligera inclinación de la cabeza que está adornada muchas veces con una trenza, enlace de cabellos y cintas de colores. Dice la vendedora de tamales ante la pregunta: ¿Cómo se llama esa manera de recogerse el pelo?  — Shlapa, güero, como haciendo Shhh y termina en lapa, y lo usan más las señoras, la gente de antes—

A un lado de un pasillo se divisa imponente, con su manta y Shlapa, a Berta Cruz García. Ella dispone en su mesa todo lo

Sra. Berta.
Sra. Berta.

necesario para una buena sopa de guías o flor de calabaza, la milpa se extiende en sus maderas, reverdece sus pocos metros del puesto con hojitas de Chepil, hojas y tallos de la planta de calabaza, elotes llenos de dientes blancos como una sonrisa perenne, a veces chilitos, a veces frijoles, pero casi infaltable las flores de calabaza más frescas, más amarillas, más sabrosas, “es que las que vendemos por acá si sembramos y regamos con buena agua, hay gente que trae cosas de Oaxaca, y por ahí riegan con aguas del río que está sucio, lo mío viene de la Lachigoló, en un terrenito de un hermano, se riega con purita agua de pozo, por eso lo que vendo es otra cosa, más sabroso” comenta Berta, para luego posar para la foto y exigir se le envíe una.

Minerva y sus cosechas.
Minerva y sus cosechas.

Con cuatro años apenas dedicados a la siembra, recolección y venta de los productos de su huerta, Minerva González se ha ganado el reconocimiento por parte de propios y extranjeros que buscan variedad, abierta a ejecutar en su terreno las recomendaciones y técnicas de otras personas, mantiene sus costumbres de campo, pero intercambia semillas, recetas de plaguicidas naturales y escucha atenta sobre la siembra de alguna hortaliza o fruta que desconozca, para luego probar si puede cultivarla. Oferta lechugas pequeñas, crujientes y tiernas que hacen ensaladas extraordinarias, rábanos rojos como granates, limones que al apenas estrujar dejan las manos llenas de su olor, acelgas, cebollas, aguacates, celery, perejil, cilantro, entre otros, para llenar las alacenas de sus clientes.

Adentro, en la nave principal, un espacio amplio con paredes exteriores de un amarillo intenso, donde se puede pasear entre quesos, carnes vacunas y porcinas, pollos y gallinas, verduras y frutas; entre toda esta oferta, también espera Juanita Ruiz, que se mezcla con el multicolor grupo de frutos que danzan sin parar en las jarras que transforman lo sólido en líquidos deliciosos, jugos ligeros o espesos, con granola o avena, con azúcar o miel, uno verde o ¿Qué fruta prefiere?

Juanita siempre luce su cabello recogido en moño, mejillas redondeadas y morenas, rematando con ojos pequeños muy

Juanita y sus jugos.
Juanita y sus jugos.

negros. Ella responde seria y precisa — ¿Juanita, cuánto tiempo tienes haciendo jugos? — desde el 26 de agosto de 1986 —. En sus inicios estaba ubicada en otro lugar del mercado, donde ahora están las carnes, y desde hace unos pocos años arma su cesta de frutas de tres niveles, donde se aferran curvos plátanos amarillos o rojos, descansan piñas, papayas y guayabas, mientras las naranjas se cambian a cada instante para hacer surgir riachuelos de néctar amarillo dulce en copas altas de vidrio grueso.

En tres perfiles se expresa apenas una mínima proporción del encanto que tienen los mercados o “tianguis” (mercados de un día) en los valles oaxaqueños, en ellos una cuantiosa cantidad de alimentos acompañados de un gesto, de una indumentaria, de un respeto, de ademanes de personajes únicos que se desenvuelven por caminerias mostrando en cestas, tapetes, tablones o mesas las ricuras de sus terrenos, patios o huertas. Aquí suena ridículo hablar de lo “orgánico”, cuando ellos viven cada día arrancando hierbas silvestres que crecen muchas veces solas en la tierra, tomando de ramas las frutas, conviviendo con sus animales, preparando sus potajes, guisos, asados, moles y más.

Caminar estos espacios rebosantes, es un desafío al supuesto desarrollo, es notar en numerosos consumidores la preferencia de estos mercados ante las grandes cadenas de super y mega tiendas, quizás un sitio para  reconocer el valor de campesinos, sabios en aprovechar recursos próximos y dispuestos a compartir su saber, sólo hay que ser amables, recibir cuanto ofrecen y demostrar respeto, así seguro la reciprocidad no tarda.

Nota: como muchos mercados en los pueblos oaxaqueños, en Teotitlán del Valle, se hacen ventas a diario, pero los días que más vendedores se reúnen para ofrecer mercancía son los martes, viernes, sábados y domingos. Es bueno preguntar por los días y horarios cuando los mercados exponen sus mejores productos y en abundancia.

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